Mi lengua explora tu boca
y nuestras pupilas se dilatan
al ritmo
en el que tus manos,
se abren paso entre mis caderas.
La falda,
con la que llegaste a mi vida,
acompaña a mi armadura,
en la papelera.
Cuatro paredes nos envuelven
y yo,
me dedico a leer en Braille
cada lunar de tu espalda.
A tasar tu cuerpo,
digno de la más bella
escultura renacentista.
Sucesión de madrugadas
cuyo último fin es dormir.
Y mi casa
deja de serlo,
se convierte en nuestro hogar,
porque al traspasar la puerta
me invade tu olor
y no puedo evitar esbozar una sonrisa
e ir corriendo
a descubrir nuevos términos
para definir la palabra amor.
Y es una utopía,
tu piel rozando la mía.
Que has hecho de mi casa hogar
y has conseguido lograr
cambiar cada segundo
de mi estrambótico mundo
que rápidamente
hiciste tuyo.
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