No fue
un asesinato.
Mi mano
sujetaba el gatillo,
aunque
la encargada
de
acompañar la pistola
hasta mi
sien,
fue la
suya.
No fue
un suicidio.
Su voz,
alentaba
a mis oídos
a que
hiciera lo correcto
y
vaciara el cargador.
No fue
doloroso.
Porque
hasta en mi último aliento,
sentí su
mano acariciando mi pelo.
Y el
sabor de sus labios sobre mi piel,
Anunciando
que el tiempo llegaba a su fin.
No tengo
ni puta idea de que fue.
Solo se,
que fue
un final pactado
en el
que las dos buscábamos lo mismo
yo olvidarme
de ella
ella,
deshacerse de mi.
Fue un
asesicidio.
Porque la
única forma
de
definir lo ahí sucedido
implica
inventar
nuevos términos.
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