Con
tu partida llegó la calma,
las
sábanas sin arrugar
igual
que las comisuras de mis labios,
los
besos perdidos en otra galaxia
en
busca de su destinatario.
Ya
no hay luz en tu balcón,
pero
pasar por allí
equivale al autoreflejo de mirar
para
comprobar con dolor
que
sigues apagada
y
sin necesidad de mi cobertura.
Camino
en sentido contrario
en
un tren de vuelta a casa,
a
la cordura de un hogar deshabitado
que
ya no merece ese nombre
porque
ahora,
sólo
lo habitan fantasmas.
Y
el tiempo ha perdido su función,
se
ha estancado
en
un te quiero
y
otros recuerdos,
del
pasado que me rondan.
Me
dueles en cada verso,
en
cada poema
o
canción que llega a mí,
pero
que mi alma
no
quiere dejar de sentir,
porque
al dejar de incitar a tu recuerdo
a
volver a mi mente cada madrugada,
puede
que descubra
que
ya no dueles.
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