Grito desde la noche amarga
del que vuelve a una casa
inhabitada,
a la que hace tiempo
pudo llamar hogar.
Desde el desaliento que precede
al dolor
después de un golpe de suerte,
que por desgracia no trajo
fortuna.
Desde un teléfono fijo
que se ahorcó con su propio
cable
cuando una noche se quedó sin
una línea
por la que seguir recto.
Ya no hay sueño que valga,
se han desvelado todos,
despertándome de un letargo
más símil a mi realidad.
Me he quedado dando vueltas
a historias de tiempo
incompletas,
a amores pasados de fecha
que prometieron en noches de
verano
nunca caducar.
Y el hierro de mi armadura
se ha convertido en paja,
hierva que alguna mujer
acarició cargada de combustible
y me hizo comenzar a arder.
Se ha secado todo,
dejado un espacio yermo en mi
pecho,
un aviso de desahucio
en mi columna vertebral,
esa en la que me hice un
refugio
para no salir al exterior
los días de bruma y miedo.
Pero luego
ha sonado Ferreiro en mi
cuarto
abriendo estos ojos
agrietados,
dejando ver que detrás de mi
herida
hay gente intentando curarla.
Que la bruma solo es agua
y el miedo una construcción social
impuesta.
Y yo he dejado de ser okupa en mi refugio
he invadido de nuevo mi
cuerpo,
impuesto en mi boca torcida
una sonrisa
devuelto cada complejo
al dueño que lo colocó en mi
espalda,
y ahora puedo decir que al fin soy yo
muy bonito poema.
ResponderEliminar