Se vende:
Un reloj de pulsera
con manecillas pertenecientes a uno de
cocina,
el agua de mi primer sorbo,
la cerilla que calciné ayer,
cada falta ortográfica que cometí,
y para evitar problemas,
las que cometeré.
Regalo:
Mil lágrimas derramadas,
junto con los pensamientos que las
causaron,
mi colección de arañazos,
las noches de insomnio,
y los días cargados de sueño.
Ofrezco:
Cicatrices disecadas por los daños,
abrazos de “estoy aquí”
y de “no te fallaré”,
ganas,
de vivir aventuras,
de mover mi mundo,
para acercarlo al tuyo,
y de reír,
que de esas
me sobran.
Muestro recuerdos:
Como cuando vi llorar a Lorenzo,
desde el balcón de mi cuarto,
la lectura de mi primer libro,
las tardes de juego
con las maderas de Rafael,
los botes de champú
y de conserva,
o la satisfacción sentida
después de mi primer examen de teatro.
Guardo para mí:
Un trocito de los que se fueron,
y de los que quedan,
las entradas
de cada evento cultural en el que disfruto,
posters de mi yo adolescente,
y cada caricia que altruistamente me han
regalado.
Acumulo:
Ansiedad,
en malos momentos,
la alegría de los buenos,
para los primeros,
historias disparatadas,
libros,
canciones,
y discos clásicos.
Para este mundo capitalista,
que cree sinceramente,
en el hecho
de que cada uno es lo que tiene
y lo que ofrece,
supongo que esta
es mi descripción.
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